El niño Sagitario

Esta extraña frase resume lo que son todos los Sagitario, desde que nacen hasta que alcanzan los cien años; el calendario no importa. De todas maneras, no crecen jamás. Fíjate bien en tu hijita Sagitario y veras si no agita su corazón como un pañuelo, o como el rabo de un perro grande y amistoso. Y lo mismo, con igual entusiasmo, hacen los varones de este signo, que necesitan desesperadamente ser amados por su sinceridad. Los niños Sagitario son alegres y juguetones payasos en miniatura, que cuando se sienten rechazados ríen con los ojos llenos de lágrimas. Hasta los bebés exhiben su carácter alegre y su deseo de camaradería. El niño Júpiter llorará si le dejas solo, pero lleva la cuna a la sala de estar, donde los adultos ríen y conversan, y se dormirá tranquilamente, arrullado por el murmullo cálido y tranquilizador de las voces humanas. Sus sueños serán tanto más gratos cuanto mas acogedora y familiar sea la atmósfera de amor y felicidad en que crezca. Mas adelante se desprenderá bastante de los vínculos familiares, pero mientras sea pequeño necesitará la seguridad del olor humano, de ver y oír a los humanos, de la misma manera que un cachorrito necesita que le pongas en la cesta uno de tus viejos jerseys para enroscarse cómodamente en ella. Si a un niño de este signo se le niega esta forma de íntimo contacto humano, se retraerá en sí mismo y puede volverse un tanto sarcástico. Además, se buscará un sustituto, como la frazada vieja y sucia de Linus en Charlie Brown. Puede ser un almohadón suave, que pueda abrazar, o un osito de felpa, sin orejas y sin nariz, pero para él representa la seguridad aunque te habría preferido a ti.
Los varones Sagitario ponen de manifiesto su naturaleza confiada y feliz yéndose a pasear al bosque con una caña de pescar de fabricación casera y una lata de lombrices, descalzos, silbando alegremente, dispuestos a charlar con quien encuentren y acompañados por su perro. De pequeño, Sagitario es informal, y jamás deja del todo de serlo. Las niñitas de Júpiter suelen pasar por una época en que les encantan los juegos de varones, y mientras este creciendo estarás continuamente aconsejándole que “se porte como una dama”. Pero los de este signo son chicos que tienen sus propias ideas respecto de que es lo que hace que alguien sea “una damita” o “un caballerito”. Lo primero es la sinceridad. Desnuda, sin ornamentos, brutal. La refinan hasta hacer de ella un arte, y lo mismo esperan de ti, o bien… ¿0 bien que? O bien se negarán a convertirse en dóciles esclavos que obedecen mansamente todos los caprichos de los padres.
Tu autoridad no es coto vedado para la mentalidad curiosa y franca del niño Sagitario. La obedecerá sin resistencia, si se convence de que hay lógica en tus órdenes, que deben pasar primero por el tamiz de su mente inquisitiva y razonable; si no sales con buenas notas de la prueba, te darán de lado. Y ahí te quedarás, agitando amenazante tu autoridad o tu vara, y ahí seguirá él agitando a su vez, desafiante, su sinceridad. Si eres justo y procuras ser tan sincero como él, un niño Sagitario aprenderá a respetar tus normas. Cuando sepas que estás en lo cierto, tendrás que ser firme y darle buenas y sólidas razones. Cuando te equivoques, tendrás que admitir tu error y salvar la situación con una honrada confesión de tu propia estupidez. Admitamos que muchas veces los padres insisten en que se respeten las normas que ellos imponen por su propia conveniencia, más que por el bienestar del niño. Un mocosito Sagitario olfatea esa clase de juego sucio a un kilómetro de distancia, mientras las narices se le estremecen de furia alimentada por una justa indignación. Es mejor que te prepares para explicarle con calma todas tus órdenes e indicaciones, o para cansarte de usar la vara antes de que la obstinación jupiteriana frente al castigo injustificado empiece a dar signos de debilitarse.
“La curiosidad mató al gato”: he aquí una frase que suelen usar con frecuencia quienes tienen niños nacidos en diciembre. La curiosidad de Sagitario es infinita. Empieza el día con una pregunta, y cuando se queda dormido tiene una pregunta en los labios. Cuando son muy pequeños y apenas si están aprendiendo a hablar y a explorar el ancho mundo, preguntarán cosas como: “¿Por qué no debo tocar la estufa?”, “¿por que los caramelos me estropean los dientes?”, “¿es cierto que las zanahorias rizan el pelo?”, “¿cómo es que Santa Claus necesita cartas, si es mágico?”, “¿por qué papá te hizo un guiño cuando hablabais de la segunda luna de miel, y por que dijiste que una luna es de miel?”, “¿por qué hablas como si hubiera dos lunas, cuando Billy dice que no hay mas que una?” (Billy es su hermano mayor, demasiado despabilado para su edad… y Acuario, ¡y si tienes una combinación así en tu casa, ya puedes prepararte!). Durante el almuerzo, durante la siesta, durante la cena, las preguntas zumban como moscardones. “¿Por qué dijisteis que Billy entró al cine de gorra, si yo le vi y no llevaba nada en la cabeza?” “¿Por que te contó mi osito que yo me comí los bizcochos? ¿Por qué conmigo no habla como habla contigo?”
Como verás, la mayoría de las preguntas de los niños Sagitario van dirigidas a pinchar el globo de la hipocresía adulta, o de la presunción, cuando no la mala fe lisa y llana de los mayores. De nada te servirá irritarte y vociferar: “¡Cállate la boca, que si dices una vez mas «porque» te daré una bofetada! No quiero volver a oírte esa palabra”. Volverás a oír, implacablemente, la vocecita del Arquero: “¿Por qué no?”.

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