La mujer Piscis 1

Las drogas, la bebida y las falsas ilusiones ocultan a sus ojos la verdad y le impiden ver las rocas que hay en el río y que pueden destruirla. Pero la mayoría de las muchachas neptunianas conservan ambos peces simbólicos firmemente unidos en una acción fluida, que se desliza suavemente primero hacia atrás y después un poco hacia delante, de manera que nunca estarás del todo seguro del punto exacto hacia el que ella se encamina. De Piscis se dice que es un mar, profundo y misterioso, donde van a desembocar todos los ríos. Si conoces algunos de sus evasivos secretos, tendrás más oportunidades de pescarla. ¿Qué es lo que la hace nadar?
Ante todo, es sutil. Pregúntaselo a Nicky Hilton, Michael Wilding, Eddie Fisher y Richard Burton; todos ellos se casaron con una mujer Piscis. Con la misma, en realidad. Que no solo es sutil, sino a veces un poquito engañosa, cuando practica su arte de enredar hombres en sus zarcillos de esmeralda.
Claro que quizá tú conozcas una señora neptuniana que luce un delantal a cuadros y una sonrisa tímida, y es la síntesis suprema de la esposa consagrada, perfecta ama de casa y madre tierna. Estarás pensando que no es ni sutil ni engañosa. Perdona que te lo diga sin rodeos, pero te equivocas. A esa mujer Piscis que te parece diferente, yo también la conozco, o conozco una exactamente como ella. Es una viuda que vive en el Bronx, y se llama Paulina. También luce un delantal a cuadros y una sonrisa tímida: la caracterización completa. ¿Cómo es posible que una imagen tan eglógica pueda resultar engañosa? Te lo diré. Ante todo, para enredar a los hombres usa las cintas del delantal (porque no tiene zarcillos de esmeralda; el año que viene, tal vez). Es una mujer pequeña que ha conseguido hacer frente a la pérdida de un hijo amado, a la angustia, el aburrimiento, la tragedia, el miedo, la pobreza e incluso a la confusión de momentos súbitos y fugaces de riqueza. Se las ha visto con las rodillas magulladas de sus hijos, sus notas, las galochas perdidas; con un marido desaliñado que los domingos insistía en invadir su pulcra cocina, y con la mayor aglomeración de parientes políticos –que hablaban ocho idiomas al mismo tiempo– que se haya visto fuera de las Naciones Unidas. Ha afrontado toda esa mezcolanza que le impuso el destino como lo hubiera hecho Rocky Graziano. ¿A eso le llamas suavidad? ¿Y delicadeza? Hasta el día de hoy, sus dos hijos varones la consideran una criatura encantadora, un poco infantil, desvalida, atolondrada, que necesita protección y que no es capaz de entender del todo como funciona la cerradura que hay en la puerta de la calle.
Es deliciosamente imprecisa y soñadora. No entiende nada de economía política, pero se las arregla para vestirse como si saliera de Sophie o de Saks, prepara frecuentemente comidas de siete platos para nietos múltiples y diversos, paga el alquiler a tiempo y, para las fiestas y los cumpleaños, hace unos regalos increíbles, todo con unos ingresos mensuales no mucho mayores que una de las propinas que deja Jack Benny. Se ha ganado el amor y el afecto de sus dos nueras, y también de un heterogéneo grupo de amigos, que abarca a la bibliotecaria, el portero, el dueño del bar de la esquina, el frutero, media docena de gatos y de chiquillos sin dueño, el carnicero, el vendedor de periódicos y –créame o no– el propietario de la casa. Creo que tiene un solo enemigo: el hombre a quien rechazó antes de casarse con su marido, que probablemente debido a su decepción, se refugió en la Legión Extranjera, y cuyo nombre dudo que ella recuerde. Son mujeres sin corazón, estas Piscis. Sutiles y engañosas. (Pero no intentes decirles eso a sus vecinos.)
Como los vientos de marzo, tu muchacha Piscis puede pasar por muchos estados de ánimo. Es tremendamente sentimental, y si sus sentimientos están heridos, llorará a torrentes. Te mirará con tal aire de reproche que te sentirás como si acabaras de disparar sobre un conejito. A veces, las mujeres Piscis piensan que están totalmente desprovistas para las difíciles batallas que impone la supervivencia; entonces se deprimen. Hay que decirle entonces que todos los que alguna vez han tenido la suerte de conocerla la admiran por su profunda sabiduría y su comprensión sin límites; normalmente, es la verdad del evangelio. La lección mas difícil que tiene que aprender la mujer Piscis es la superación de su timidez y de sus dudas. Si su miedo es muy profundo, se cerrará ante todo el mundo, y después se preguntará por que está sola. Muchas veces tiene miedo de imponerse, de exigir demasiado, de sacar ventaja, cuando esas cosas no se le pasan por la cabeza a nadie más que a ella.
Alguna que otra vez, la mujer Piscis disimulará su timidez y vulnerabilidad con agudezas, un barniz de complejidad mundana y una personalidad frígidamente independiente, pero todo eso no es mas que una capa protectora que le sirve para ocultar su incertidumbre a los ojos indiscretos de gentes torpes que, si ella no se protegiera, herirían su sensible corazón. Da cauce a su alma auténtica escribiendo deliciosos poemas líricos entretejidos con el hilo de sus sueños más íntimos y secretos. Cuando no escribe, es la imagen del puerco espín encallecido que quiere dar a la gente, como mujer de carrera. Sin embargo, ni siquiera este tipo de Piscis puede escapar a la influencia de su signo solar. Pese a su independencia hábilmente urdida, espera a que sea el hombre que está con ella quien llame el taxi. Hay algunas cosas que uno simplemente no hace, en lo que se refiere a las mujeres de Neptuno, y una de ellas es no actuar como una dama en publico Piscis engaña a muchos hombres que podrían serenar sus íntimos temores y hacerla desdecirse de su frecuente afirmación de que no necesita marido, que no haría mas que complicarle la vida. Imagínate, una declaración semejante en labios de una mujer que necesita pertenecer a alguien mas de lo que necesita dormir, comer o respirar.

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