El empleado Capricornio

Eche usted un vistazo por su oficina, a ver si puede distinguirle. Es trampa buscar en las fichas del personal el día del nacimiento. No vale la pena que se fije en ese tipo original y creativo, de abundantes patillas y que lleva un collar de dientes de ciervo. También puede tachar al arrogante que se jacta de sus recorridos por los bares y sus conquistas a la luz de la luna. Ninguno de ellos es saturnino.
Álvaro, tan alegre, y que mantiene a sus compañeros en un estado de pánico perpetuo con sus no muy oportunas bromas, decididamente no es Capricornio, como tampoco Luis, con su lengua incansable y sus ideas geniales; menos aún el nuevo gerente de ventas, que usa corbata ancha de seda de color naranja y siempre está tarareando alguna canción en las reuniones de vendedores.
¿Qué le parece ese muchacho atareado y de modales reservados, que usa tirantes y se peina con raya en medio? Si, el que lleva calcetines grises y tiene sobre el escritorio una fotografía de la familia en un marco de piel de avestruz. Por lo general llega unos minutos antes de hora y se va unos minutos después. Tiene la cabeza firmemente asegurada sobre los hombros, y a sus lápices nunca les falta punta. El personal le llama “señor”, los clientes le llaman “señor”, y usted le llama cuando hay algún problema. Es Capricornio, claro.
¿A quién mas podría usted cargarle una pila de trabajo que haría tambalear a un caballo, si no es a la Cabra? Cuando las cosas se complican v se desorganizan, él es la válvula de seguridad en quien puede usted confiar, y eso sin hacer ningún ruido. Dudo que alguna vez entre como una tromba en su despacho; la Cabra entra caminando, y es probable que primero pregunte si está usted ocupado. Conservador en su manera de vestir y en sus modales, es el único entre sus empleados a quien jamás la lluvia sorprende sin paraguas. No será él quien pierda la cartera en el metro ni olvide los sándwiches en alguna parte. ¿Los sándwiches? Naturalmente. ¿Qué creía usted que llevaba en esa bolsa de papel marrón? Los restaurantes son caros, y además, a él no le gusta dar propinas y moverse entre multitudes.
La última vez que vio usted una brillante sonrisa de anuncio de pasta dentífrica debió de ser cuando su secretaria comentó que no sabía cómo se las arreglarían sin él en la oficina. Capricornio no es de los que sonríen, ni tampoco de los frívolos y tontos. Tal vez haga alguna que otra broma, en su estilo retorcido y seco, o eche una miradita discreta a una muchacha bonita, pero Saturno jamás le permitirá que levante todas las barreras. La mayoría de las veces, la Cabra se ocupa de sus asuntos; muestra mas inclinación a fruncir el ceño ante el regocijo despreocupado de los alegres extrovertidos que a sumarse al jolgorio, aunque su propia modalidad de humor cínico puede ser hilarante. Cuando está en forma, es difícil superar a la Cabra.
Tendrá usted que admitir que tiene sus ventajas, y bien valiosas. Encomiéndele a él que se enfrente con el desagradable y desconfiado inspector de Hacienda. Cuando Capricornio termine con él, ya no se mostrará tan desconfiado, y bastante menos desagradable; hasta es posible que esté cortés y respetuoso. No cualquiera puede intimidar de esa manera a un hombre de Impuestos. ¿Recuerda a aquel personaje prepotente que quería venderle cintas de máquina perfumadas por valor de varios centenares de dólares, para levantar la moral de las secretarias y dactilógrafas? Después de haber hablado dos minutos con su empleado Capricornio, el pobre diablo, con el aspecto de un suflé aplastado, estaba llamando al ascensor para bajar.
De alguna manera, uno tiene la impresión de que el empleado Capricornio está destinado a subir mucho en la vida, pero es difícil entender como lo consigue, ya que no hay en él nada de agresivo ni de manifiestamente ambicioso. No es un trepador relumbrante y despiadado. Digámoslo mejor: no es un trepador relumbrante. A su manera, calma y no demasiado visible, la Cabra está fríamente decidida a llegar a su meta. Quienes le impidan progresar o traten de imponérsele comprobarán que no es ningún tonto: Capricornio acepta sus responsabilidades sin quejas ni resentimiento, pero no se deja llevar por delante. Cuando alguno de ellos tiene influencias planetarias adversas en su carta natal, puede ser sorprendentemente cruel y despiadado, pero la Cabra típica se limita a gruñir a la gente y a mirarlos mal cuando le tocan los cuernos.
Por si tiene usted en su oficina alguno de los que son la excepción de la regla, será mejor que le hable de un Capricornio que conocí, que trabajaba en una cafetería. Debía de tener ascendente Leo, o tal vez cuando el nació la Luna estuviera en Géminis o en Aries. Nuestro amigo usaba carísimos zapatos italianos y enormes gemelos en los puños de la camisa. En una semana, hacia más conquistas amorosas que otros hombres en toda su vida… o por lo menos, eso decía. Le encantaba contar cuentos subidos de tono, y cuando no estaba flirteando con las clientas o impresionando a todo el mundo con su recio porte viril, estaba ideando planes fantasiosos y ascensos descabellados. La mayoría de quienes lo conocían jamás habrían dicho que era Capricornio, pero era cuestión de mirarle con un poco mas de atención y escucharle con mas cuidado.
Pese a sus desaforados amoríos, cuando llamaba por teléfono a su novia lo hacía con tono tierno y protector. Un hombre que se hubiera atrevido a usar lenguaje rudo en presencia de ella no lo habría intentado dos veces; Capricornio aclaraba que ella era una dama. Con sus padres era sumiso y respetuoso, y a cualquiera que pasara de los cincuenta años le trataba con una cortesía lindante en la reverencia.

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